Las notas al pie de página

Si perteneces a la generación APA seguramente ya no te tocó que algún asterisco o número (ahora llamados superíndice) interrumpiera tu lectura. Has de saber que estos antes llamados voladitos, fueron de gran utilidad para señalar las famosas notas al pie de página.

El origen de las notas al pie, tan veneradas en el mundo académico porque si su comunidad no agrega observaciones y referencias para sustentar sus investigaciones carecen de valor, se le atribuye al monje benedictino Beda el Venerable.

Cuentan que en los orígenes de la escolástica (siglo VIII), el religioso escribía al margen sus exégesis bíblicas. Si escribiéramos conforme al estilo académico, aquí tendríamos que incluir una nota al pie para explicar el término, pero como no es así, te comentamos que las exégesis son las interpretaciones o explicaciones históricas, filosóficas o religiosas de un texto.

El asunto es que el monje Beda tenía, al parecer, espíritu de corrector, ya que cuentan que libro que caía en sus manos lo llenaba de exégesis. A los demás monjes esto les pareció una idea novedosa y práctica, por lo que pronto empezaron a imitarlo.

Así nació la costumbre de hacer comentarios sobre lo que se interpretaba del texto, incluso dio pie a la posibilidad de añadir opiniones propias; a esta práctica se le llamó eiségesis.

Durante el Siglo de las Luces (época famosa por su rigor intelectual y de fundamentación), las notas al pie llegaron a convertirse en todo un arte… aunque no faltó quien se saliera de la formalidad e hizo con ellas verdaderos textos polémicos.

Tal es el caso de Edward Gibbon y sus notaciones al libro Decadencia y caída del Imperio romano (1776), en el que por su actitud irreverente hacia los personajes históricos motivó tanto la admiración como el desprecio a su libro y su persona. A él se le considera el primer historiador moderno.

En su libro Marco Aurelio y la Roma Imperial: las raíces béticas de Europa, Gibbon analiza al emperador en su contexto histórico y cultural y escribe esta nota al pie:

El mundo se ha mofado de la credulidad de Marco, pero Madame Dacier nos asegura (y podemos dar crédito a una dama) que el esposo siempre será engañado si la esposa se digna a disimular.


Gibbon

Anthony Grafton, otro importante historiador de nuestro tiempo, especializado en el Renacimiento, describe otros propósitos de las notas en Los orígenes trágicos de la erudición (1998):

[son] como armas de injuria o vehículos de irreverencia sexual o religiosa que el texto principal censuraba.

Grafton

Sin lugar a dudas, las notas al pie de página lo mismo han motivado agradecimiento que rechazo, ya que le da oportunidad al lector de valorar la información y formar su propia opinión; sin embargo, cuando se abusa de ellas llegan a fastidiar a tal grado la lectura, que puede incluso abandonarse el libro. Como decía Noël Coward:

Leer notas a pie de página es como tener que bajar las escaleras para responder a la puerta mientras se está haciendo el amor.

Coward

Aunque en literatura las notas al pie han sido recursos de ficción, también han sido motivos de burla. Un ejemplo magistral (más editorial que literario) es el que logra el argentino Rodolfo Walsh en el cuento «Nota al pie», donde la nota al pie toma cada vez más fuerza hasta que termina devorando a la historia principal.

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