Sobre Glotopolítica

Decir que el pensamiento representa la realidad es un concepto fácilmente comprendido en nuestro tiempo; sin embargo, cuando Ludwig Wittgenstein, uno de los filósofos más importantes del siglo XX lo expuso, era muy difícil de entender. Te contamos.

La realidad se describe con el lenguaje

En 1914, cuando estalló la primera guerra mundial, el joven austriaco Ludwing Wittgenstein partió al frente, como estaba obligado. Para aislarse del infierno que vivía, empezó a escribir sus reflexiones en torno al lenguaje y a la realidad. Aún no sabía que estaba formulando todo un sistema filosófico al que años después titularía Tratado lógico filosófico.

Al finalizar la guerra, Wittgenstein ya había terminado también su Tractatus (como se le conoce); de inmediato buscó publicarlo, y mientras eso sucedía, le escribió a Bertrand Russell:

He escrito un libro titulado Logisch-Philosophische Abhandlung […] Creo que he solucionado definitivamente nuestros problemas […] De hecho, no lo entenderás sin una explicación previa, ya que está escrito en forma de observaciones muy cortas. Esto significa, por supuesto, que nadie lo comprenderá; a pesar de que creo que todo en él es claro como el cristal. Echa por tierra, sin embargo, toda nuestra teoría de la verdad, de las clases, de los números y todo el resto.

Wittgenstein 

En efecto, el estilo que Wittgenstein había elegido para sistematizar sus reflexiones no era común para la época, pues lo hacía mediante aforismos; aunque estaban perfectamente ordenados y jerarquizados. Si bien la forma dificultó que sus proposiciones fueran del todo comprendidas, no puede negarse que la reticencia también se debía a que confrontaba las creencias del lector, al que se le demandaba además un pensamiento deductivo.

Representación del lenguaje y de la realidad

¿Por qué, si su teoría de la verdad era tan clara como el cristal, Wittgenstein daba por hecho que debía explicarla previamente? Porque después de todo la realidad es una abstracción; no en balde el famoso refrán de Cada quien habla como le va en la feria, o Cada cabeza es un mundo.

Entonces, si los individuos reflejan su realidad con el lenguaje, es lógico que también representen con él su situación social. Además, si a ello le añadimos la máxima de Aristóteles, en el sentido de que todos los seres humanos somos animales políticos, es obligado considerar el contexto político de cualquier representación de la realidad que se haga.

Esta idea (representar la realidad en un contexto político) llevó a los sociolingüistas franceses Jean Baptiste Marcellesi y Louis Guespin a acuñar, en los años ochenta, un nuevo término para nombrar a la incipiente subdisciplina de la lingüística: glotopolítica.

Si bien el primer intento por estudiar la conexión entre la política y la planificación lingüística ya había empezado después de la segunda guerra mundial, tuvieron que pasar varios años para que se consolidara.

Lo político en el lenguaje y lo lingüístico en lo político

La palabra gloto es un prefijo griego que significa glossa (de ahí el término lingüístico glotología: ciencia de la investigación del lenguaje); cuando se antepone a la palabra «política» (también voz griega que significa «ciudad» y todas las actividades que lleven a cabo sus ciudadanos), el nuevo término adquiere el sentido de analizar, con una perspectiva crítica, lo político en el lenguaje y lo lingüístico en lo político.

Así, la intención de estudiar las condiciones que la división del mundo había propiciado después de la segunda guerra mundial (Estados Unidos-URSS), junto con los procesos de construcción nacional asociados a la descolonización de África y Asia, dieron cabida a los primeros estudios para relacionar la política y la lingüística.

En ese entonces, el propósito era discutir la naturaleza de la estandarización, por lo que empieza a hablarse del ordenamiento lingüístico (bilingüismo armónico), como principio ideal para reconocer y conciliar el valor de las lenguas de filiación étnica o nacional y la necesidad de promover el conocimiento de las lenguas internacionales.

Alentados por los procesos de defensa de los derechos civiles de las minorías, los sociolingüistas de los años sesenta se preocuparon por reivindicar y, al mismo tiempo, criticar la etapa anterior (desde su punto de vista se perpetuaban las jerarquías propias del colonialismo). A partir de entonces se reprueba el concepto de bilingüismo armónico y se avanza en la idea de que el contacto es conflicto.

Con esa premisa se proponen procesos de estandarización (normativización y normalización) de lenguas históricamente minorizadas, demandantes de mecanismos de discriminación positiva; es decir, acciones tendentes a reducir las prácticas de segregación contra los colectivos excluidos y marginados.

Es ya a finales del siglo veinte cuando se consolida la idea de estudiar el lenguaje como parte de la vida social, capaz de ser objeto de la acción política. En esta tercera etapa se vinculan los procesos políticos y económicos de integración regional, con aspectos típicamente asociados a la globalización.

En esta fase se negocian tensiones entre el valor cultural, político y económico de las lenguas en los mercados lingüísticos regionales, nacionales y globales; al mismo tiempo que las minorías lingüísticas universalizan su reivindicación y engarzan sus discursos con los de los derechos humanos. 

Es a partir del siglo XXI cuando empiezan a organizarse las industrias lingüísticas en torno a la enseñanza de lenguas extranjeras, la terminología y la traducción, por ejemplo. Más adelante seguiremos con el tema; si te interesa, conoce los cursos del área lingüística que tenemos preparados para ti.

Sobre Glotopolítica
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