La magia de la palabra escrita

Nunca creo en nada mientras no lo veo escrito

Pablo Neruda

Tal como le sucedía al poeta chileno, Pablo Neruda, lo mismo debieron haber sentido los antiguos para expresar de forma gráfica sus ideas y dejar constancia de su actuar. Pero no puede hablarse de la palabra escrita sin referirse también a sus materiales de apoyo.

Una forma de libro muy común en la India y gran parte de Oriente es el pothi, palabra que proviene del sánscrito con el sentido de cuerda o hilo con el que se unían láminas de madera u hojas de palmera superpuestas.

Cuando las páginas de sus pothi eran de palmera, los indios tomaban la parte más ancha de las hojas y la cocían en leche; luego la ponían a secar antes de pulirla con una concha. Para que la escritura hindi fuera visible, grababan los signos con un estilete de metal, lo que hacía que las incisiones quedaran incrustadas; al final la página se frotaba con tinta de color.

Además de los pothi, cuentan que los sacerdotes de la casta de los brahamanes disponían del privilegio de ser la memoria colectiva de su comunidad, ya que eran ellos quienes le trasmitían a su pueblo las leyendas, genealogías, cánticos y leyes. Trabajo por el que obtenían muy buena remuneración.

la magia de la palabra escrita

En China, antes de descubrir uno de los grandes inventos de la humanidad, los chinos elaboraban sus libros sobre tablillas de bambú o de madera perfumada. Para hacerlos más manuables, con el paso del tiempo los manufacturaron de seda, que enrollaban en una varilla.

Pronto su demanda aumentó, pero como la fabricación era muy costosa, buscaron nuevas formas de confeccionar sus libros: esto motivó que se inventara el papel. Al principio las obras elaboradas en este material eran signo de pobreza, debido a que se procesaba con trapos viejos y desechos de redes.

Como el invento fue tan extraordinario, los chinos lo mantuvieron en secreto durante siglos. No fue sino hasta el siglo I de nuestra era cuando los mongoles secuestraron al chino Ts´ai Lun y lo obligaron a que les enseñara a fabricar el nuevo producto. De esta manera se introdujo el papel a Europa y luego en América.

papel chino

Una leyenda coreana afirma que en el siglo VII de nuestra era el emperador Sel-Chuang sufría al ver que su pueblo recitaba sus oraciones con textos búdicos escritos en chino. Y como cambiar eso estaba en chino, no les quedó más que esperar hasta el siglo XIV para que la escritura coreana se separara de los trazados ajenos.

Pero ahí no termina todo. Pese a que en el siglo IX un monje budista suprimió cincuenta ideogramas chinos para crear un silabario japonés, los antiguos dirigentes japoneses utilizaban a escribas coreanos para que tomaran anotaciones… ¡en chino!

A la fecha, los japoneses todavía tienen que aprender gran cantidad de ideogramas chinos que la escritura silábica no consiguió expulsar.

escritura chino japonés

Es tal la importancia que los árabes le daban a la lengua escrita (recordemos que El Corán trasmite la palabra del profeta Mahoma), que Bagdad era la capital persa de los libros y de las artes. No en balde dominaron durante siglos la cultura europea.

Cuentan que en Bagdad había una calle donde se concentraban cien tiendas de copistas y vendedores de manuscritos religiosos, literarios y científicos. Además, el poder del califa se medía no por la cantidad de manuscritos con oro líquido que tenía, sino por la de los escritores y traductores que mantenía.

En nuestros días, por desgracia, no hay ni califas ni mecenas que quieran mantener a quienes nos encargamos de preservar la memoria mediante la palabra escrita; con todo y que el cuidado por los textos nos genere el mismo encantamiento. Así lo vivimos en la Academia de las Artes de la Escritura (AAE), por eso diseñamos el curso Cuidado de edición, para que esa entrega continúe.

corán

ALA

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